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Cuando se trata de alimentos, un distintivo es clave: el sabor. Pero como lo han demostrado varios casos que han pasado por la corte – más recientemente el de Heksenkaas, que intentó proteger el sabor de uno de sus quesos -, los tribunales de justicia se han negado a incluir sabor dentro de la protección de los derechos de autor.

¿Cuál es el motivo? De acuerdo con el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE), el sabor es una “sensación gustativa subjetiva y variable” que no puede identificarse de manera “precisa y objetiva”. Esta circunstancia, hace que sea particularmente difícil proteger los productos alimenticios, ya que al no entrar bajo la ley de propiedad intelectual, se pierden muchas herramientas para actuar contra potenciales plagios e imitaciones.

Es aquí que entra en juego el modo de protección más habitual, las patentes de receta. Estas no amparan el sabor del producto, pero si las medidas y los ingredientes que lo componen, como es el caso de recetas de platos típicos como las tortillas de papa o la salsa brava.

Para poder patentar una recetes, esta tiene que ser una novedad, fruto de una actividad inventiva y de aplicación industrial. Esto le permitiría al dueño poder defender el producto, la receta y la maquinaria usada para producirlo.

Sin embargo, hay un gran contra. Las patentes expiran a los 20 años de su concesión, y en ese caso no hay ley que evite que la competencia replique el producto. Este fue el caso de Nestlé en 2011 con sus capsulas de Nespresso, que tras caducar el título fueron imitadas por varias compañías rivales y puestas en venta a un precio menor.

Ante este panorama, muchas otras compañías han optado por el secreto empresarial, que si bien no ofrece tanta protección legal como una patente, mientras la empresa ponga los medios necesarios para mantener el secreto, no caduca. De hecho, este fue el camino elegido por Coca-Cola, McDonald’s con la salsa de su Big Mac, o Kentucky Fried Chicken con el uso de sus especias.

Entonces, ¿qué se puede hacer? De acuerdo con expertos que dialogaron sobre el tema con El País de España, el proceso ideal sería una combinación de secreto empresarial y patentes, siendo el primero en patentar la receta en caso de una posible filtración.

Las opiniones expresadas en Brands+ Intelectual Property News son de exclusiva responsabilidad de sus autores y pueden no coincidir con las del medio.

Sofia Vanoli

Editora